lunes, 6 de junio de 2022

ANÉCDOTAS Y DIVAGACIONES BALONCESTÍSTICAS: SOBRE EL BASKETBALL IQ

Todo el mundo -que conozca en profundidad el baloncesto- sabe que la clave principal del enorme éxito de los Golden State Warriors en los últimos ocho años, no es otra que la figura polivalente y altruista (también polémica, pero eso es otro tema...) de Draymond Green.

Los Warriors, sin Green, hubieran sido un equipo de mucho talento, repleto de enormes tiradores, que probablemente no hubieran ganado ninguno de sus anillos de campeón de la NBA; con Green, han revolucionado, literalmente, el baloncesto y han sido el equipo más importante de los últimos tiempos.

¿Como puede ser que Draymond sea tan, tan importante sin ser muy alto, sin poseer un físico de superatleta, sin ser un gran tirador y sin anotar muchos puntos por partido? Se podrían decir muchas cosas al respecto y analizar muchos detalles de su juego, pero también podríamos resumirlo todo con un simple dato: debido a su basketball IQ.

Draymond no es el más grande ni el más rápido, pero puede defender tanto a un pívot mucho más alto que él como a un jugador exterior más bajo y rápido... por su basketball IQ, por su habilidad para ocupar espacios, por su visión privilegiada del juego, tanto en ataque como en defensa.

Green es uno de esos pocos jugadores que pueden devenir en los más importantes y decisivos de un partido, o incluso de unas series de playoffs, sin necesidad de anotar una sola canasta, lo cual lo incluye, por derecho propio, en un selecto club en el que brillan con luz propia Bill Russell y Dennis Rodman.


Draymond juega al lado de uno de los mejores bases de la historia, Stephen Curry, pero el auténtico base del equipo es él... el juego de los Warriors fluye a partir de él, no de Curry. En el juego de los Warriors, Curry es el finalizador y Green el creador, aunque posicionalmente sea un ala-pívot. ¿Como es esto posible? Por su basketball IQ, su visión de juego y su carácter altruista con respecto al equipo.

Lo cual me lleva a la figura de uno de los jugadores de los que he visto más partidos a lo largo de mi vida... y no me refiero a Moses Malone, a Hakeem Olajuwon o a Pau Gasol, sino a mi hijo menor. Un jugador que posee ciertos paralelismos con Draymond Green.

Para haceros una radiografía rápida de él como jugador, podría deciros lo siguiente: juega de pívot, pero la madre naturaleza le ha negado poder llegar a categorías elevadas por puras razones biológicas, mide 1,88 m. Es poseedor de un gran juego de pies en el poste bajo (del cual me atribuyo cierto mérito, pues en este aspecto he sido su verdadero entrenador, ya que si algo me ha enseñado la experiencia de tantos años siguiendo el baloncesto de formación -primero con el mayor y después con el menor de mis hijos-, es que en ningún equipo se enseña a un pívot a jugar de pívot, como si los equipos solo fueran viveros de bases y aleros... lo cual me parece lamentable), es fuerte, ocupa muy bien los espacios en defensa y es capaz de defender a jugadores más altos y más rápidos que él sin ser muy atlético (un poco como Draymond), el tiro exterior no es su fuerte, aunque es mejor tirador de lo que a menudo aparenta (no puedo recordar las veces que le he dicho que tire más desde posiciones exteriores, principalmente si le flotan, pero él prefiere postear y dar asistencias), es muy buen pasador (tanto que a día de hoy, a sus 18 años, todavía no ha jugado nunca con un base que tenga más visión de juego que él, algo con lo que también me siento identificado) y, lo mejor de todo, es que posee un basketball IQ muy por encima de la media, con lo cual no me siento identificado.

¿Qué diablos ha pasado aquí? Acabo de escribir que me siento identificado con su visión de juego y con el hecho de que no haya jugado con bases que fueran mejores pasadores que él, pero por otro lado digo que no me siento identificado con su basketball IQ... creo que esto requiere de una buena explicación... aunque en realidad es más fácil de lo que pueda parecer en un principio.

Dos de los mejores pasadores que ha visto la historia del baloncesto, son Magic Johnson y Larry Bird, pero su talento pasador fluía por canales muy distintos, aunque a primera vista pudiera no parecerlo. Yo, en este caso, sería Magic Johnson y él sería Larry Bird... me explico: yo no tuve educación baloncestística en categorías de formación, fui autodidacta y empecé a jugar a baloncesto tarde, demasiado tarde (por eso me ocupé de que a mis hijos no les sucediera), aunque el destino, el mismo destino que me dio unas pobres condiciones atléticas y varios problemas de biomecánica que siempre me limitaron muchísimo, me otorgó cierto talento técnico del tipo que no se puede enseñar, del que se tiene o no se tiene... y en el pack venía la capacidad de pase. Una capacidad de pase de combustión espontánea, que originaba pases que ni yo mismo sabía porque los estaba ejecutando en ese mismo instante, como si todo fuera producido por un breve chisporroteo en los dedos... de ahí lo de Magic Johnson, quién ponía el balón el el suelo, cruzaba la cancha y en milésimas de segundo podía mandar el balón al pívot entre las piernas de un defensor, al escolta que corría a su derecha, mientras miraba a su izquierda, o al alero que cruzaba la zona, mientras él sonreía a la grada. No era premeditado, era combustión espontánea.


El caso de Larry Bird era distinto, su capacidad de pase venía producida por una inteligencia baloncestística privilegiada, por una lectura del juego superlativa y por la capacidad de poder ver lo que iba a suceder sobre la cancha, uno o dos segundos antes de que realmente sucediera. Eso es algo que no se puede enseñar, que se tiene o no se tiene... no se puede entrenar. Y así es mi hijo. De ahí lo de Larry Bird.

Volviendo a lo que íbamos, él juega en un equipo con buenos tiradores, un equipo al que le gusta defender fuerte y correr siempre que sea posible, pero con, a menudo, poca fluidez a la hora de mover el balón en ataque estático. Él, siempre ha sido el Draymond Green de este equipo, el jugador interior que prácticamente ejerce de base en muchas ocasiones, sin serlo, y que genera mucho juego para sus compañeros.

En una ocasión le dije: ¿Por qué no tiras más? Hay compañeros que no se lo piensan, que si reciben y les dejan dos palmos, tiran... tú tienes más capacidad anotadora de lo que a menudo reflejan tus estadísticas.

Y él me respondió: Ya lo sé, pero me da igual. En el equipo hay muchos jugadores que tiran bien, mejor que yo, pero si yo dejo de hacer lo que hago ¿quién lo va a hacer? Además, disfruto más dando una asistencia que metiendo una canasta...


Recapitulando al principio del artículo, sin Draymond Green, los Warriors no tendrían todos los éxitos que han cosechado, por más Splash Brothers y por más récords de triples que amasaran... y eso lo sabe bien Steve Kerr.

El equipo de mi hijo, jugó el partido más importante de su temporada, el pasado fin de semana y, contrariamente a toda lógica baloncestística, en dicho partido, el entrenador cambió por completo las rotaciones que venían siendo habituales durante toda la temporada... por miedo escénico, por colapso mental o por lo que fuera, después de una primera parte desastrosa y de ir perdiendo por 14 puntos al descanso.

Al inicio del tercer cuarto, se inició la remontada, de la cual fue partícipe mi hijo, sin tirar a canasta, limitándose a atraer a la defensa y a doblar el balón a sus compañeros, lo cual propició algunas canastas fáciles. La remontada había empezado, aunque no se había completado, cuando fue cambiado a mediados del tercer cuarto. Entonces, haciendo alarde de una gran entrega defensiva y de buen acierto en el tiro exterior, el quinteto sobre la cancha culminó la remontada, hasta llegar a ponerse incluso por delante en el marcador... pero, a partir de ahí, llegó el caos.

Durante el último cuarto, se intentó prolongar, todo lo que fuera posible, la fórmula que había culminado la remontada durante la parte final del tercero, encomendándolo todo a la defensa presionante y al tiro de tres... pero sucedió lo inevitable, el cansancio acabó haciendo mella, menguando la intensidad defensiva, y las muñecas empezaron a estar cansadas y a mostrar menos precisión... y entonces se echó en falta a Draymond Green, al generador, al altruista, al que siempre hace mejores a sus compañeros, sin importarle si anota 15, 8 o 2 puntos... pero nunca volvió a saltar a la cancha, quedando para la grada, y para el estupor de muchos padres, una imagen de colapso total y absoluto del equipo (parecía el "corro de la patata", con un montón de tíos abiertos, pasándose el balón de mano en mano, en plan, ahora te tiras el triple tú, ahora me lo tiro yo), tanto dentro de la cancha como en el banquillo... y el partido se perdió, mientras yo observaba con impotencia su mirada perdida, sentado al final del banquillo.

Lo único positivo, es que de estas experiencias también se aprende... recordad siempre que se aprende más de las malas que de las buenas, aunque a menudo no seamos conscientes de ello.

Los fans de las películas de Marvel, seguramente recordarán una frase mítica que le dice Thanos a Tony Stark en Infinity War: "No eres el único con la maldición del conocimiento". Una frase que bien podría aplicarse a estas situaciones, aunque sea de forma metafórica, pues podría llegar a considerarse una maldición, el hecho de querer recibir el tipo de pases que tú das a tus compañeros, pero que nunca te terminan de llegar, o sentirte dirigido por un basketball IQ inferior al tuyo... pero saliéndonos de Marvel y yendo a parar al gran Frank Sinatra, solo cabe añadir: That's life!

La inteligencia es el mayor bien del juego, el más caro de todos, y por ello el peor repartido (Gonzalo Vázquez).