martes, 29 de enero de 2013

Face to face 08: Michael Jordan & Kobe Bryant... Y el clutch scorer

Si hay un factor en el baloncesto que ha aupado a ciertos jugadores hasta la categoría de auténticos mitos vivientes, es ese factor clutch que hace que un jugador se convierta en letal, peligrosísimo, absolutamente mortífero cuando llega la hora de la verdad, el partido está igualado y el balón quema en las manos de la inmensa mayoría... El factor clutch, ese algo maravilloso e intangible que separa a los hombres de los niños, a las superestrellas de las estrellas; que demuestra quienes son los más grandes entre los grandes.

En lo que al clutch factor se refiere, he querido separar a los jugadores en dos grupos distintos: el clutch shooter (el aspecto más representativo de la palabra clutch, el tirador por excelencia, a quién no le tiembla el pulso cuando recibe el balón en la línea de tres, a falta de un segundo para el final del partido y con su equipo perdiendo por dos puntos) y el clutch scorer (mucho más que un tirador letal; el jugador que en esa misma situación, toma el balón, pide aclarado, sus ojos se tiñen en sangre y a partir de ahí puede matar al equipo rival de mil y una formas distintas). En la próxima entrega de "Face to face" profundizaremos en el clutch shooter, pero hoy le toca el turno al clutch scorer... Y dejando aparte a Jerry West, el primer gran clutch player de la historia del baloncesto, a Isiah Thomas, uno de los instintos asesinos más temibles de todos los tiempos, y a Larry Bird, un genio absoluto, dominador de todos los aspectos del juego, incluido el factor clutch (personalmente añadiría también a Juan Carlos Navarro entre los más grandes que ha dado la historia del baloncesto), nos centraremos en las dos máquinas de matar más perfectas que la naturaleza ha diseñado y brindado a nuestro querido deporte; dos máquinas de matar aerodinámicas, elegantemente sublimes y absolutamente letales: Michael Jeffrey Jordan y Kobe Bean Bryant.





En realidad Kobe no deja de ser como una especie de fotocopia de Michael Jordan. Tantos años buscando al futuro Jordan, al sucesor de His Airness, y en realidad siempre ha estado ahí, en la figura de Kobe Bryant... Con sus diferencias, eso sí, pues la clonación total no es posible (todavía) en esto del baloncesto, pero dudo mucho que en el futuro podamos volver a ver a un jugador tan parecido, tan cercano, a lo que fue Michael Jordan.

Dicho esto, añadir que ambos, con una altura, constitución física, agilidad, fundamentos técnicos, clase innata e instinto asesino muy similares, lo han tenido todo para convertirse en el prototipo perfecto de clutch scorer. Y hago especial hincapié en la constitución física y la agilidad, puesto que pueden existir grandes jugadores que reúnan el resto de virtudes, pero sin estas dos muy probablemente les sea imposible poder convertirse en un gran clutch scorer (que no en un clutch shooter), puesto que para poder tomar el balón y ser capaz de realizar cualquier cosa, de fabricarse cualquier tiro decisivo en los momentos en los cuales las defensas se ponen más duras, más infranqueables, se necesita un plus de superioridad física solo al alcance de unos pocos elegidos (lo cual nos remite de nuevo a J. C. Navarro y nos hace dar cuenta de lo inmensamente grande que tiene que ser en el resto de aspectos, puesto que en su caso para nada es un portento físico de esta categoría). Cuando se acerca el momento decisivo del partido y el defensor se queda solo ante ellos, solo puede rezar, porque aunque realice una defensa impecable, aunque les ponga la mano delante de los ojos cuando se levanten para lanzar, hay muchos números de que el balón termine besando suavemente la red. Además (de ahí lo de máquinas de matar perfectas), son dos jugadores que no necesitan desmarcase para que el base les intente hacer llegar el balón para el tiro decisivo, puesto que partiendo ellos con el balón en las manos, y sin necesidad de un base puro a su lado, son capaces de buscarse sus propios tiros bajo cualquier circunstancia, ante cualquier defensa y en cualquier situación.

Pero como siempre en esta vida, hasta en las cosas más idénticas siempre existe alguna diferencia, y en este caso, como en tantos otros, la diferencia principal radica en la personalidad, mucho más carismática en el caso de Jordan. Ambos, como es normal en un clutch scorer y en una estrella de tal magnitud, podría considerarse que han sido "chupones", pero sí que es cierto que Michael siempre dio una imagen de tener la situación más controlada, de ser más capaz de doblar el balón a un compañero si la situación dictaba que era lo mejor, mientras que Kobe siempre ha tenido mayores problemas en ese aspecto, incluso cuando los ha doblado; fuera por lectura del juego, por falta de confianza en sus compañeros o por simple mentalidad. No obstante, cuando el partido se acerca a su fin, el marcador está igualado, el clamor del público hace vibrar el pabellón y Jordan o Kobe tienen el balón en las manos, queda prohibido parpadear y basta con citar (nunca nos cansaremos) al gran Andrés: ¡Porque la vida puede ser maravillosa! ¡¡¡That's entertainment!!!

jueves, 24 de enero de 2013

Face to face 07: Bill Russell & Wes Unseld... Y el rebote defensivo

El rebote defensivo, como comentamos en el anterior post, es un arte muy distinto al ídem ofensivo, pues por más que en ambos casos se trate básicamente de capturar el balón tras tiros a canasta fallados por uno u otro equipo, la realidad es que las características fundamentales del arte de rebotear varían mucho del uno al otro, siendo, por lo general, el prototipo de gran reboteador defensivo, un perfil de pívot muy grande, a ser posible también de gran envergadura, y con buenas cualidades/actitud defensivas, en contraposición al perfil de gran reboteador ofensivo, donde prima en mayor medida el ser muy agresivo, incisivo y más inteligente y talentoso que grande y poderoso (como bien demuestran los casos de Moses Malone y Dennis Rodman e incluso el de Charles Barkley).

Pero aunque un gran tamaño conjugado con cierto talento baloncestístico prácticamente te pongan en bandeja el llegar a ser un buen reboteador defensivo (Chamberlain, Jabbar, Gilmore, O'Neal...), existe otro tipo de grandes reboteadores defensivos que, a pesar de cierta capacidad atlética, no encaja en este grupo de cincos realmente enormes y con un físico privilegiado... Me refiero a los luchadores natos (lo cual los emparenta un poquito más que en el caso del grupo anterior con los grandes dominadores del rebote ofensivo); jugadores con una mentalidad defensiva (y colectiva) sin igual y con una capacidad de lucha inagotable... Y en este grupo probablemente nadie haya brillado tanto a lo largo de la historia del baloncesto como Karl Malone, Kevin Garnett, Dave Cowens y los dos nombres que finalmente nos ocupan... William Felton Russell y Westley Sissel Unseld.





Bill Russell y Wes Unseld, dos pívots no muy altos (Unseld mucho menos que Russell, con apenas dos metros justitos... Si llegaba) , poseedores de una tenacidad tremenda y una capacidad de lucha sin igual, y jugadores de equipo por encima de cualquier otra cosa, pues en ambos casos llegaron a convertirse en leyendas vivas del baloncesto sin esa mentalidad típica y tópica que caracteriza a una inmensa mayoría de estrellas de nuestro deporte (véase individualismo, cierto interés por los logros y estadísticas personales, etc...). Tanto a Bill como a Wes les importaban muy poco sus estadísticas, si anotaban más o menos en ataque, si jugaban bonito o no... En su cabeza solo existían dos premisas: triunfo y sacrificio en pos del equipo. No en vano, aparte de ser excelsos reboteadores, probablemente sean los dos mejores jugadores que ha visto la historia del baloncesto sacando el primer pase de contraataque tras rebote defensivo. Cuando algunos entrenadores hacen hincapié a sus jugadores de la importancia de caer mirando ya al base o a cualquier hipotética vía de pase de contraataque tras capturar un rebote en su propia canasta, deberían ponerles siempre, repito, siempre, vídeos de estos dos fenómenos del rebote defensivo.

Entre tantas similitudes entre Russell y Unseld, probablemente solo podamos encontrar una cualidad que los diferencie claramente: el físico, mucho más atlético y ágil en el caso de Russell. Bill medía 2,08 m., una altura nada espectacular si se compara a los otros grandes centers de la historia del baloncesto, pero que en su época, la década de los 60, sí que lo situaba entre los pívots altos de la competición. Además contaba con unas cualidades atléticas privilegiadas (en la foto queda bien patente) que combinadas con todo lo anteriormente mencionado, lo convirtieron en uno de los jugadores más importantes e influyentes de todos los tiempos y en el jugador que ha ganado más anillos de la historia de la NBA. Unseld, por su parte, con dos metros justitos, unas cualidades mucho menos atléticas y un corpachón casi más ancho que alto, era como una especie de muro inamovible donde se estrellaban una y otra vez los pívots rivales cada vez que trataban de ir a por un rebote en ataque.

Bill Russell y Wes Unseld, dos físicos muy distintos, pero una misma mentalidad de equipo... Una mentalidad difícil de encontrar hoy en día, al menos a estos niveles, y que es uno de los ingredientes fundamentales para lograr el éxito para tu equipo, es decir, el triunfo.

lunes, 21 de enero de 2013

Martin Luther King Memorial Day 2013: ¡I have a dream!

Discurso completo, conocido popularmente como "Ayer tuve un sueño", pronunciado por Martin Luther King el 28 de Agosto de 1963 ante el monumento a Abraham Lincoln en Wshington D.C., como acto enmarcado en la mítica manifestación en pro de los derechos civiles de los afroamericanos:


   Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que quedará para la posteridad como la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.

Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la proclama de la emancipación. Este trascendental decreto significó como un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero, cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.

Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país, a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero. Este documento era la promesa de que a todos los hombres, les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de "fondos insuficientes". Pero nos rehusamos a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado. Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de este país. Por eso hemos venido a cobrar este cheque; el cheque que nos colmará de las riquezas de la libertad y de la seguridad de justicia.

También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a Estados Unidos de América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento de tener el lujo de enfriarse o de tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de democracia. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el camino soleado de la justicia racial. Ahora es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios. Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las arenas movedizas de la injusticia racial hacia la roca sólida de la hermandad.

Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento y no darle la importancia a la decisión de los negros. Este verano, ardiente por el legítimo descontento de los negros, no pasará hasta que no haya un otoño vigorizador de libertad e igualdad.

1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban desahogarse y ya se quedarían contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia. Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está intrincadamente ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás.

Hay quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles, "¿Cuándo quedarán satisfechos?"

Nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades. No podremos quedar satisfechos, mientras los negros sólo podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un gueto más grande. Nunca podremos quedar satisfechos, mientras un negro de Mississippi no pueda votar y un negro de Nueva York considere que no hay por qué votar. No, no; no estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que "la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa corriente".

Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a grandes pruebas y tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas. Algunos de ustedes han llegado de sitios donde en su búsqueda de la libertad, han sido golpeados por las tormentas de la persecución y derribados por los vientos de la brutalidad policíaca. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la convicción de que el sufrimiento que no es merecido, es emancipador.

Regresen a Mississippi, regresen a Alabama, regresen a Georgia, regresen a Louisiana, regresen a los barrios bajos y a los guetos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de alguna manera esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la desesperanza.

Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo todavía sueño. Y el mio es un sueño profundamente arraigado en el sueño "americano".

Soñé que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: "Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales".

Soñé que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se podrían sentar juntos en la mesa de la hermandad.

Soñé que un día, incluso el estado de Mississippi, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.

Soñé que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.

¡Ayer tuve un sueño!

Soñé que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los negros, se convertía en un sitio donde los niños y niñas negras, podrían unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas.

¡Ayer tuve un sueño!

Soñé que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano.

Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres.

Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo significado, "Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a ti te canto. Tierra de libertad donde mis antecesores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña, que repique la libertad". Y si Estados Unidos ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad.

Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de New Hampshire! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas de New York! ¡Que repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pennsylvania! ¡Que repique la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la libertad desde las sinuosas pendientes de California! Pero no sólo eso: ¡Que repique la libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia! ¡Que repique la libertad desde la Montaña Lookout de Tennesse! ¡Que repique la libertad desde cada pequeña colina y montaña de Mississippi! "De cada costado de la montaña, que repique la libertad".

Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: "¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡Somos libres al fin!"



martes, 15 de enero de 2013

Monográfico 16: Isiah Thomas

Isiah Lord Thomas III - Chicago (Illinois) 30-4-1961 - Base - 1,85 m. - Indiana University (NCAA) - Detroit Pistons (NBA) - Campeón de la NCAA con Indiana en 1981 - Campeón de la NBA con los Pistons en 1989 y 90 - 1 MVP de las finales NBA - 3 veces en el equipo ideal del año - 2 veces en el 2º equipo ideal del año - Posee el récord de puntos anotados en un solo cuarto de un partido de las finales NBA (25), conseguido jugando lesionado - 12 veces All-Star












Portadas famosas de Sports Illustrated:

martes, 8 de enero de 2013

Face to face 06: Moses Malone & Dennis Rodman... Y el rebote ofensivo

Muy probablemente los más grandes reboteadores que la historia del baloncesto haya visto jamás, en términos generales, sean Wilt Chamberlain, Bill Russell, Wes Unseld, Elvin Hayes, Moses Malone, Charles Barkley y Dennis Rodman... Más o menos, con el posible añadido de alguno más. Pero el rebote es un auténtico arte (a pesar de que a algunos no se lo pueda parecer y lo acostumbren a atribuir básicamente a leñadores y fajadores) y los reboteadores defensivos más destacados no siempre están necesariamente entre los mejores reboteadores ofensivos. En realidad son dos artes distintos, con ciertas particularidades distintas y maestros distintos.

Y hoy, en esta sexta entrega de "Face to face", vamos a centrarnos en el rebote ofensivo y sus propios y particulares maestros... Y jamás, a lo largo y ancho de la historia del baloncesto, han habido dos maestros tan grandes del rebote ofensivo (con permiso de un maravilloso lunático, bajito y redondo, llamado Charles Barkley) como Moses Eugene Malone y Dennis Keith Rodman.





Tanto Moses como Dennis fueron reboteadores puros; maestros de la intuición y la colocación, luchadores natos y estudiosos del propio arte de rebotear... Nada que ver con físicos superdotados tipo Wilt Chamberlain o Shaquille O'Neal, cuya capacidad para rebotear les venía de serie, gracias a su superioridad física sobre todos los rivales. En el caso de Moses el talento reboteador fue inmediato (probablemente más innato), pues antes incluso de mejorar otros aspectos técnicos, fundamentos y, en definitiva, hacerse mejor jugador de baloncesto, ya era un reboteador excelso. Dennis, por el contrario, siendo como ya era un gran jugador defensivo al principio de su carrera, sufrió un punto de inflexión a principios de la década de los 90 que lo llevó a convertirse en el reboteador más espectacular que ha visto el baloncesto en, al menos, las últimas dos décadas y media de su historia.

Aunque el talento de Moses pueda considerarse más innato (o precoz), ambos fueron dos grandes estudiosos del arte de rebotear. Moses, en su adolescencia, ya pasaba mucho tiempo estudiando la trayectoria de los tiros de sus compañeros de juego en los playgrounds de su Petersburg natal, con la intención de poder intuir con mayor facilidad la trayectoria de los rebotes. Dennis, por su parte, también terminó convirtiéndose en todo un estudioso del rebote y la trayectoria de los tiros de sus compañeros y rivales, aunque fuera con su carrera profesional ya empezada. Otros aspectos fundamentales, tanto en Malone como en Rodman, y por extensión en el arte del rebote ofensivo, son la determinación, el tesón, el instinto y el timing de salto, lo cual nos establece muchos paralelismos con la segunda entrega de esta colección de posts (el instinto taponador), pues no existen dos especialidades en el baloncesto que posean mayor similitud en sus requerimientos fundamentales para llegar a ser grandes maestros como el tapón y el rebote ofensivo.

Entre tantas similitudes entre ambos, existe una diferencia sustancial que probablemente decante ligeramente la balanza en favor de Moses, pues mientras éste era uno de los mejores jugadores ofensivos de la liga y debía anotar 25 o 30 puntos por noche, con todo el desgaste y atención de las defensas rivales que ello conlleva, Dennis, eminentemente un especialista defensivo y reboteador, podía desentenderse del balón y concentrarse durante el partido entero en el rebote (al menos en ataque), de ahí que lograra la marca de rebotes totales más alta desde Wilt Chamberlain. Aunque la principal diferencia entre ambos (porque sus diferencias técnicas y de recursos ofensivos no nos interesan en este post) radica en la condición atlética; mayor en Rodman, aunque compensada por la menor altura de éste (2,01 m. de Rodman por 2,08 m. de Moses)... Y es que ni un ala-pívot de dos metros pelados, aunque fuera un gran atleta, ni un pívot de 2,08 sin un físico privilegiado como el de otros grandes centers de la historia (y encima con las manos pequeñas), lo tenían inicialmente fácil para poder convertirse en los maestros absolutos, históricamente hablando, del rebote ofensivo... Pero ahí radica la mayor grandeza de nuestro amado baloncesto, y es que en ocasiones el corazón puede superar incluso a los atletas más superdotados.